miércoles, 10 de agosto de 2011

Dharmaland


Me había quedado dormido y cuando desperté dentro del mismo sueño, logré percatarme que un montón de magníficos acontecimientos agobiaban mi felicidad. Yo estaba por delante y las preocupaciones y malos pensamientos por detrás. Flotaba por alguna normal razón, y recorría el espacio superando a la luz, mientras mis oculares trabajaban como sensores que inspeccionaban el entorno, todo el entorno.
La otra cara de la luna se encargaba de iluminar aquel lugar paradisiaco, y cuando la luz rebotaba en los linderos, inyectaba una fuerte dosis de armonía.
No había distancias ni fronteras, nos existían las razas ni las competiciones, nada que causase sufrimiento y odio estaba allí, sólo habitaba el dharma. Recurrías a acciones puras y buenas por voluntad propia, después se te regresaban siete veces, creando los ciclos básicos de supervivencia en esta utopía.
Las personas pasaban y veían los hermosos colores de mi aura y sonreían, y sus auras captaron mi atención, y sonreía. Solía ser bello, pero no estético.

La energía potencial contenida ahí podría matar cualquier rastro de maldad,, sin embargo, estaba consciente de que era un sueño en donde soñaba.
De prontro, desperté por obra de los gritos y algunos otros actos malintencionados, y tenía la sensación de haber tocado el cielo, y que posiblemente estuve describiéndolo.


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