viernes, 17 de agosto de 2012

El hombre solitario

De un hombre imperfecto plagado de soledad manifestada de cero formas, que se digna a eludir a los que lo aman sin motivo aparente mas que un mordaz desinterés, como aquella mantis que se arma de paciencia por su presa y de un repentino movimiento está entre sus mandíbulas.
Confesando sus secretos a su alma, como aquel desesperado que se recuesta sobre el diván y drena sus penas a un decrépito experto, su único confidente, su amigo es él.
Con ninguna novedad de encontrarse solo, cual razón es insignificante al explicar, pero obvia de deducir.
Hundido en un pozo que él mismo ha cavado, cobijado tan solo con su indiferencia, su escudo para escrutar cualquier sentimiento vivo que pueda yacer, a sabiendas de que su mentira era análoga, pues vivía engañado.
En su ego, él solo era la víctima, aun conciente de su entorno, sus palabras sólo son ofensas.
Preguntándose decrépitamente:
¿Cuándo dejaremos de mentir? Y respondiendo a su vez: que quizás la mentira nos acerca a la supervivencia, o tal vez es necesaria, en cuyo caso, estaría en contra de un paradigma que define la evolución, algo más poderoso que el oxígeno mismo, más vital que la sangre fluyendo por la aorta, más superficial que la personalidad por ende.
La alternante variación de pensamientos egoistas que definen a un ser como el centro de la raza, porque no defienden mas que un interés por un universo que ellos llaman hogar.
Basado solamente en una atracción, encaminado a ninguna concreción, sino indagante.
La vida misma es un juego limitado, que se dispone a jugarse bajo las reglas del entorno, satisfecho o no, se está obligado a tomar parte de él, dependerá entonces de cómo se adapte un individuo y su éxito o fracaso dentro del rompecabezas conformado por miserables fragmentos que son experiencias de la vida.
La solución pues, será infinita, pero a la vez limitada con tan solo la muerte; un ciclo que va de generación en generación.

Tal vez debería casarse con su ego.

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